A continuación compartimos la presentación de la novela El sombrero del general, escrita por el poeta bellense Jandey Marcel Solviyerte. La novela versa sobre la vida de un inquietante personaje de Antioquia: José María Córdova y fue ganadora de los Estímulos Unidos por la Cultura 2020, otorgados por el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia y la Gobernación de Antioquia. Auguramos éxitos para esta novela y un severo disfrute para sus lectores. Así sea.
PRESENTACIÓN: FIERA BELLEZA
Por Julián María Ospina S.
El sombrero del general que da título a esta novela nombra un acontecimiento cómico: el momento en que, en el furor de la batalla, una bala atraviesa el sombrero de jipijapa de José María Córdova, militar nacido en Concepción, Antioquia, en el año 1799, quien participó y lideró batallas por la independencia de América y, especialmente, de Antioquia. Partiendo de este detalle circunstancial, asistimos al relato donde el espacio en que se desarrollan las acciones esenciales es un país en guerra que, no sólo se da bajo la forma actual de “proceso de paz”, sino que también se ha dado mediante otras terribles “pacificaciones” históricas que confirman la memoria de la guerra y su perpetuidad. En esa constante histórica se narra la vida de José María Córdova, como personaje principal, en las montañas de Antioquia y otros tantos territorios de Colombia, Venezuela, Perú, Guayana que en el siglo XIX libraron guerras por la Independencia —que hoy, a pesar de los héroes y del tránsito del Virreinato a la República, no deja de sonarnos falsa—. El rey y la reina cometen el genocidio más grande contra la humanidad en “nuestra América” y, sin embargo, “en este país que todavía huele a virrey, ese olorcito penetrante”, —como lo versifica Jaime Jaramillo Escobar— quedan aún palomas oscuras que quisieran partir el macizo y los Andes todos dividiéndolos entre indígenas y “blancos” con los mismos cuchillos con los que cometen las masacres o matan a sus grandes hatos.
La presente novela revela la guerra en su desnudez humana. Es reflejo de que el hombre —como decía Whitman— no es sólo eso que se alarga entre el sombrero y los zapatos que, en el caso de José María Córdova, son los utilizados para las trochas por montañas, desiertos, páramos, océanos y selvas en una guerra por la libertad; en una guerra por la guerra misma en que se adivina un hombre a carta cabal, no el ideal sesgado que se maquinan cristianos solapados o políticos infames atrincherados en el centro. Y ni qué decir de ese otro ubérrimo demonio que vive en Rionegro en quien la “godarria” paisa ve un feligrés ejemplar, en tanto se niega a bailar con el Diablo de Riosucio, aunque sea un diciembre, alumbrados.
A lo largo de la novela, José María Córdova, el protagonista, es también subalterno y se dibuja, en cambio, el carácter de otros renombrados generales como Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio José de Sucre, Manuel Carlos Piar, José Antonio Páez, José Antonio Anzoátegui, Manuel de Roergas de Serviez, entre otros, con quienes el antioqueño se formó en las tácticas y estrategias que se jugaría en el arte ajedrecístico de la guerra más carnal y descarnada. La vida, nos dice el autor hablando de José María Córdova, “escuela de la guerra a muerte”…
Destaca en José María Córdova la juventud, el arrojo, la disciplina, la belleza y la fiereza, el destino, la vocación y la entrega tenaz a la constelación cambiante del constante peligro a la que se arroja el héroe, según canta Rilke en la Sexta Elegía. Héroe que, en este caso, es José María Córdova, a quien el propio J. Marcel define como a un “huracán de potencias” o un “alma en llamas”. A los 20 años en nuestra época apenas sí sabrá el joven de sus funciones orgánicas u olvida la inmediatez de sus tareas domésticas y no sabe qué hacer o saber de su vida. Se le van en paja sus años maravillosos. Por el contrario, José María Córdova a esa edad ya ha ido más lejos que generaciones enteras de su época y la nuestra, poniendo corazón y vísceras, dando y quitando vidas, copulando con Eros y con Ares.
Eso sí, hoy como ayer, de manera igual o peor de atroz, pervive la masacre de jóvenes por parte de ejércitos esclavos de las élites cuyas “causas” se convirtieron en cenizas u otros polvillos. Ejércitos cuya degradación los llevó a perder el sentido mismo de la tragedia, si es que alguna vez lo tuvieron. En nuestros días, a los generales de la “republiqueta” cuando mucho les alcanza para ser amigos de fiscales que echan cocaína en la mochila del ciego enemigo. Empero, también perviven fuerzas capaces de derrotar un día a la corona, derrocar el rey y transformar el reino de la “tierra madre y bravía”. Fuerzas en combate como es acá una literatura que no se arrodilla y en la que se sostiene enhiesta una fina sensibilidad histórica, antropológica, cultural, social, política, etc. que convoca la memoria, recurre al humor, se detiene en el erotismo y se despliega con rebeldía, gracia y poesía para revelar la vida de un hombre a flor de piel y de fuego; el capítulo de un país que el escritor parece contemplar como los dioses, quienes a carcajadas ven el mísero espectáculo y ritual de guerra que los hombres les ofrendan día a día.
Como novela histórica, en la línea de la gran tradición de nuestra literatura, El sombrero del general no constituye un juicio de Córdova, ni una apología de los “patriotas” contra los “realistas”, ni es tampoco una disputa por la “fidelidad” de las fuentes historiográficas que pretenden siempre mostrar la camisa planchada y limpia de los “próceres” y no los coágulos de sangre y el pantano que traen pegados. En esta lucha de la escritura, en cambio, ambos ejércitos pueden quedar descabezados y expuestos en el absurdo de una guerra sin fin, de un “infinito morir”. Se trata, pues, de un retrato íntegro de la vida de un hombre cuyo temple lo condujo a sublevarse —aunque le costase la vida— contra “El Libertador” mismo cuando en éste se adivinaba ya al dictador.
En homenaje a este hombre, José María Córdova, se ha dado nombre a departamentos, municipios, calles, hospitales, escuelas, batallones, aeropuertos internacionales, plazas y ahora le merece a Jandey Marcel una novela sobre este personaje que, no por ser de Antioquia se acomoda en la mentalidad estrecha y parroquial. Antes bien, “se lanza contra la altura”. De la misma manera, la novela no incurre en el regionalismo pacato y tiende puentes con guerras contemporáneas en las que, igual que nosotros los “bárbaros”, se devoraban los llamados “civilizados” de Europa. La novela misma permite entrever la “pólvora y penuria” en la que han estado hermanados los pueblos de Latinoamérica, en especial, Venezuela y Colombia. Cabe decir también que, a José María Córdova, la Universidad de Antioquia le consagró su “aeropuerto”.
En fin, no es porque Jandey Marcel Solviyerte sea amigo mío (como es amigo de hordas de locos), ni porque la novela le haya gustado a los jurados que consintieron la calificación más alta para que viera la luz. Pero ante El sombrero del general, como ante Sombrero de Ahogado, Los derrotados, El mensajero y otros tantos grandes libros de estas montañas de Colombia, también me quito el sombrero.
Como las musas la cólera del pélida Aquiles, canta Jandey las desdichas de la selva virgen, herida Colombia profunda. Canta. Ruge. Escuchen ustedes esta fiera belleza.